El Observatorio de Salud Pública de Cantabria (OSPC) ha iniciado el primer estudio de cohortes en España sobre COVID persistente para analizar la prevalencia de este síndrome, además de los síntomas, la duración y otros factores condicionantes, como el impacto de la vacunación. El objetivo último es extraer conclusiones acerca de los factores de riesgo y las consecuencias a largo plazo para la salud física y psicosocial de la infección por SARS-CoV-2.
Impulsado por la Dirección General de Salud Pública, el estudio de investigación seleccionará aleatoriamente 1.315 ciudadanos de Cantabria mayores de edad que o bien hayan sufrido la infección o hayan tenido resultado negativo en una PCR y no hayan padecido la enfermedad. El personal de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica e Intervención (UVEI) contactará telefónicamente con los participantes para que contesten a un cuestionario validado por el International Severe Acute Respiratory and Emerging Infection Consortium de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La participación en este trabajo de investigación por parte de los ciudadanos, que será totalmente voluntaria, aportará información muy valiosa para los profesionales clínicos, los científicos y los responsables de los sistemas de salud. Así, se espera que aporte luz acerca de la magnitud del problema y contribuir a dar con tratamientos más certeros en beneficio de los pacientes que padecen este síndrome, así como mejorar tanto la toma de decisiones clínicas, como la respuesta de Salud Pública.
COVID persistente
Si bien la mayoría de las personas se recuperan sin complicaciones del COVID-19, algunas personas presentan síntomas semanas después de la recuperación del proceso agudo, lo que según los estudios más recientes sugiere la aparición de un nuevo síndrome, denominado con los términos ‘COVID persistente’, ‘long COVID’ o ‘síndrome post-COVID-19’.
La OMS define el COVID persistente como una condición que ocurre en personas con antecedentes de infección probable o confirmada del Síndrome Respiratorio Agudo por Coronavirus 2 (SARS-CoV-2), generalmente tres meses después del inicio de la infección, con síntomas que duran al menos dos meses y no pueden explicarse mediante un diagnóstico alternativo. Los síntomas pueden ser de nueva aparición tras la recuperación inicial de un episodio agudo de COVID-19, o pueden persistir desde el inicio de la enfermedad.
A pesar de la existencia de investigaciones, la evidencia científica por el momento resulta insuficiente, especialmente por la falta de cohortes de población sana con la que comparar los síntomas. La evaluación de los factores de riesgo de las secuelas de la infección requiere un diseño longitudinal que estudie y evalúe a las mismas personas por un período prolongado de tiempo, teniendo en cuenta las condiciones preexistentes y la atención recibida durante la fase aguda de la enfermedad.